Hoy desperté con ganas de abrazarte, con ganas de mimarte y decirte lo importante que eres para mi.

"Hoy desperté con ganas de que me quedaras a la vuelta de la esquina, de decirte buenos días y prepararte un café; de poder mirarte a la cara, contarte de mi día y ver como me sonríes. Hoy desperté con ganas de abrazarte, con ganas de mimarte y decirte lo importante que eres para mi. Hoy desperté pensando en ti".

Y el... nunca pudo olvidar aquella triste chica reflejada en el agua.

Dio la vuelta y miró hacia el interior de la casa. Caminó por el pasillo y entrevió una cama en una alcoba, entró y se tiró sobre una colcha. Estuvo un rato notando todas las vibraciones de la casa, saboreando el silencio lleno de brisas que rodeaba los corredores.

Se giró un poco y notó un cuerpo a su lado era ella, la chica del reflejo en el agua, empezó a acariciarlo como si lo hiciera la brisa, sin ninguna solemnidad. La desnudó con una facilidad pasmosa, las prendas se salían como si no las tuviera.

Su cuerpo se puso sobre el suyo como una hoja de un árbol que se acercara a otra hoja, sin hacer ningún ruido, en estado de gracia. Todo ocurrió como si no ocurriera, algo extraordinario se extendió por el cuarto, un placer sin nombre, una libertad asombrosa. Y el nunca pudo olvidar aquella triste chica reflejada en el agua. 

-Solo mis simples garabatos.

¿Qué hacer con todo lo que tengo dentro?

Un millón de miradas, multitud de sonrisas, tantos besos como estrellas hay en cielo, infinidad de caricias, te quiero y cosas bonitas que solo se puede sentir hacia una persona, esa persona que es capaz de hacerte feliz, de hacer que te sientas la más especial del mundo, de hacer que tu sonrisa vaya de oreja a oreja y nunca se borre, de llevarte a la luna y nunca bajarte de ella. ¿Qué hacer con todo lo que tengo dentro?

Todo lo que no es presente, cabe en una papelera.

Coloco las piezas sobre la mesa y mientras las acaricio con la yema de los dedos, soy consciente de la necesidad imperante de poner orden a mis ideas. Se me ocurre ordenarlas según colores, según el instante en el que aparecieron por primera vez, según los disgustos o satisfacciones que me hayan podido dar o según las letras del abecedario. Siempre se me ha dado bien poner orden porque en esos momentos, no reparo en sentimentalismos. Todo lo que no es presente, cabe en una papelera.

El amor no es perfecto, pero amar es mi vicio, una mala costumbre que solo yo tengo.

El amor es adictivo, las caricias y los besos son tan indispensables como el agua y el alimento, y más aún si se muestra totalmente transparente a un corazón que permaneció mucho tiempo engañado y solitario. El amor no es perfecto, pero amar es mi vicio, una mala costumbre que solo yo tengo.