Siempre quise tener la oportunidad de deshacerme en el deseo de escribirte. Sé que eres un nombre, abstracto, sin cuerpo y sin alma. Pero lo cierto es, que de todos los sustantivos abstractos tu eres el único que se encarga de separar, hacer y deshacer a familias, amigos y relaciones.
Sólo tú te encargas de poner kilómetros de por medio, de preservar, o no, ese vínculo entre dos personas, en el mismo punto donde lo dejaron, de afianzar las, o de disociar las. Son kilómetros, kilómetros de distancia los que me han separado de él durante estos meses. Es por eso, que una vez comprendida la percepción de la pareja en la distancia, desde una etapa más madura de mi vida, he podido comprender que no eres tú quien las separa, sino nosotros mismos.
No eres tu, distancia, la que produce el desafecto, la que crea la frialdad con la que dos personas que tanto se han querido puedan llegar a mirarse. No es tu cometido el de distar, ni el de jugar a degustar sabores amargos bailando las noches con música de soledad, imputando anhelos de promesas incumplidas, sinsabores, tristezas y melancolías. Quien piense que eres tú, quien crea que eres la culpable es que no conoce el amor de cerca.
Sólo queda un mes para que él venga aquí, y se quede. Y tú, más que enemiga, te has convertido en mejor amiga. Porque gracias a ti, hoy se retoman las cosas con más fuerza de la que antes teníamos antes de que tu te interpusieras en nuestros caminos. Te llamaré, no lo dudes, para tomar café. Y así te cuento novedades.
Un beso,
La distancia no la pone la geografía, sino los corazones que no saben amar.